miércoles, 1 de octubre de 2008

Milanesas

Las milanesas son unas de esas comidas con las que crecimos y no importa cuantas veces las hayamos comido, siempre nos alegran el día. Comida sencilla, bien casera, cero gourmet o sofisticada, pero ¿quén no las disfruta?
Y ni qué decir que las milanesas más ricas las he comido en Argentina. Porque la carne es buenísima y también, me parece, porque la cortan distinto de acá, un poco más gordita. Nada más recordar ese sabor se me hace agua la boca. Claro que a las milanesas de allá les hace falta el aguacatito (palta) a un lado y la salsita (verde, mmmh, o salsa macha, la que a cada quién le guste), pero que le vamos a hacer, parece que no se puede tener todo.
El caso es que cuando estuve viviendo en mi Buenos Aires querido aprendí un secretito, que por allá es cosa común, para hacer muchas milanesas a la vez (y por lo tanto no estar pegada a la sartén mientras todos los demás están comiendo), y disminuir la cantidad de aceite. Engrasan una charola para hornear, ponen las milanesas ya bien empanizaditas (y frías, hay que dejarlas un rato en el refri) y le ponen otro chorro de aceite por encima. Y al horno... después de un ratito (depende de la cantidad y desde luego del horno) se voltean y así se doran por los dos lados.
Ese es un buen tip, pero el que viene es mucho mejor. Se lo vi hacer a Narda Lepes en alguno de sus programas de TV, lo probé y realmente, como ella misma lo dice en su libro (Comer y pasarla bien, 2008), un plato que parecía inmejorable, mejora.
El procedimiento inicial es el mismo, sazonamos el huevo, pasamos la carne (res, pollo, ternera, pescado, cerdo, la que les guste pues funciona igual de bien) y luego la cubrimos con el pan y lo aplastamos un poquito.
Yyyyy... aquí viene el primer cambio: en vez del pan rallado normalito usamos panko (lo venden en las tiendas de productos orientales y en algunos supermercados), que viene a ser como pan blanco bimbo procesado. Aporta más textura. Pero ojo, si no lo encuentran no hay problema, porque este no es el cambio principal.
Ya que pasamos toda la carne por el huevo y el pan, a lo que quedó de huevo le agregamos agua (cantidad más o menos igual a la del huevo) y repetimos todo el proceso, esta vez sin aplastar las milanesas. Esta segunda vuelta es la que las hace realmente especiales. Las mandamos al refri por unos 30 minutos y ora sí, a freirlas.
Y de preferencia se fríen en mucho aceite (en vez de la versión del horno que comenté antes). Si el aceite está bien caliente y las freimos de a poco (si ponemos varias a la vez vamos a enfriar el aceite, claro) no van a quedar grasosas.
Y bueno, si estamos comiendo algo tan rico, podemos escuchar algo como lo que aquí les dejo, sin correr por el cuchillo de la mantequilla para cortarnos las venas. Aclaro que la inclusión de videos musicales no era parte de la intención de este blog, pero por ahí cierto latoso ha estado insistiendo con el tema... y bueno... ahi les va.

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