martes, 9 de septiembre de 2008

El café quita el sueño

El sábado en expo café era complicado caminar por los pasillos. La gente se agolpaba cual muéganos delante de las explocaciones de los distintos proveedores. Máquinas de café, accesorios, mobiliario, granos de café, saborizantes de todos los colores, aromas y presentaciones, y los paquetes. Los paquetes: la barra junto con la cafetera, el molino, la licuadora, 2 saborizantes, tres kilos de café y un curso, o algo similar. Todos se parecen entre sí, pero todos tienen precios completamente diferentes, lo mismo que las cafeteras. ¿Cómo decidir entre una de doce mil, una de 20 o una de 45? Y la gente, toda esa gente...
Tiene que ver con la cantidad de pequeños cafecitos que cada día abren en la ciudad y, desde luego, con todos los que cierran. El otro día caminando cerca de mi casa me topé con que un café al que solía ir hace como un año ya cerró, pero en la misma cuadra, otro local estaba terminando de ser decorado para abrir. ¿De qué se trata? ¿En qué momento todos los chilangos empezamos a pensar que la vía para liberarnos de un empleo era abrir un cafecito? ¿Cuanto hay de sueño iluso y cuanto de redituable tiene este negocio?
Como cliente no encuentro lo que espero en la mayoría de estos lugares. O el lugar no es suficientemente agradable para permanecer en él (suelen ser chicos, un poco amontonados y no muy bonitos), o el café no es bueno, o la atención es pésima. Muchas veces es una combinación de todo. Entonces no tendría que ser tan difícil competir en este mercado de cafés mediocres, ¿no? Aun así, no sé por donde empezar. Seguiremos madurando la idea.

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