domingo, 24 de enero de 2010

Las galletas que no fueron y el falafel que será

Según datos del INEGI (2005), casi el 10% de los hogares del Distrito Federal son unipersonales, y a nivel nacional (este es dato del 2000) el 37.2% de los hogares tiene uno, dos o tres integrantes. No encontré el dato por estado, pero podemos suponer que en el Distrito Federal el número sea mayor.
En los supermercados, al menos los que tengo cerca de casa, parece que no se han enterado. Exagero tal vez. Desde luego que hay muchos productos que se venden en empaques individuales o de pocas porciones, para personas solas o familias pequeñas. Por ejemplo, hace no mucho tiempo comenzaron a vender porciones de queso para quesadillas (me niego a llamarlo manchego, pues ni se le parece) de la mitad del tamaño usual. Seguro que lo han hecho también con otros productos que yo no consumo y por eso no lo noto. Pero hay al menos tres alimentos que quisiera conseguir en una cantidad razonable y nomás no lo logro. Uno de ellos es el llamado pan de caja (Bimbo, Wonder) que suele terminar en la basura cuando el moho lo invade alegremente después de que yo salgo tres días de viaje. En este capítulo, el asunto está resuelto, cambié a Fiiller, pan negro rústico que encuentro en Superama. Rico, nutritivo y en paquetes de 250 gr. que me termino sin problema en una semana.
Pero el título del blog viene por los otros dos alimentos, que por cierto serían muy fáciles de vender en menores cantidades: los huevos y el ajo.
Hace dos semanas, con el frío a todo lo que daba, tenía ganas de hornear todos los días para mantener la casa caliente. Las galletas sobre las que escribí a principios de año son siempre una buena opción pues no llevan mucho tiempo de preparción y son exactamente el tipo de cosas que uno quiere comer en el frío, con el chocolate y el saborcito a mantequilla. Compré todos los ingredientes, menos uno: la receta pide un huevo. Otras veces paso a alguna de las pocas tienditas de abarrotes que aún sobreviven en la Del Valle, en las que uno puede comprar los huevos por pieza o por peso. Pero esa semana estuve llegando a casa después de las ocho de la noche, así es que esa opción se cerraba.
Hasta hace unos meses en Superama vendían unos paquetitos de seis huevos blancos, grandes y etiquetados "sin hormonas". Buenísimos, pero ya desaparecieron. Me cuenta mi mamá que en los Superamas de Cuernavaca todavía los venden, pero por acá, nada. ¿Quien toma la decisión de que el consumidor debe comprar 12 huevos (ahora venden también empaques de 18 y hasta de 30 huevos)? ¿Y que hace un hogar de uno o dos integrantes con 12 huevos? 1) Dedicarse con ímpetu a la repostería; 2) Comer los huevos de a poco a lo largo del mes, a sabiendas de que los últimos estarán francamente malitos (al ir perdiendo humedad, pierden textura y sabor); 3) desperdiciar la mitad del cartoncito; 4) optar por renunciar al consumo de huevo.

Sospecho que las opciones tres y cuatro son frecuentes, y a falta de alternativas, pues son muchas las personas que por su horario de trabajo no pueden hacer sus compras en un mercado o tienda de abarrotes, terminamos por acostumbrarnos al desperdicio casi como componente natural del consumo. La conclusión de mi historia con las galletas es que después de una semana de antojo y no poder hacerlas, terminé por comprar un cartoncito de Bachoco. Las galletas que no fueron hace dos semanas, fueron hace una y ya se terminaron. Al día siguiente, desayuné dos huevos estrellados. Nueve huevitos reposan aún en mi refri. Creo que el menú para mañana deberá incluir un omelette.
Y ahora el tema del ajo. Hasta noviembre, más o menos, yo iba al super, tomaba una de esas redes que venden con cuatro ajos adentro, la rompía y sacaba un solo ajo, que después me cobraban en la caja sin problema. El mes pasado me dijeron que ya no, que debo llevar los cuatro ajos o nada. Desde luego les dije indignada que entonces no llevaba nada. ¿Para qué quiero cuatro ajos?
De nuevo por falta de tiempo no los pude ir a buscar en otra parte. Hace unos días vi en el Libro de Narda una receta de falafel que quiero preparar. Compré en el Superama todo, menos los ajos. Esta vez la solución estuvo en la Comercial Mexicana, donde aún venden los ajos por pieza. En un rato estarán listos los falafel, ya veremos que tal salen.
A todo esto, mi punto es que como consumidores tendríamos que exigir los productos que necesitamos en la cantidad que la necesitamos. He estado insistiendo en la caja de Superama acerca de los huevos en empaque de seis. Si todos los que consumimos cantidades pequeñas de diversos productos (y las cifras del INEGI me permiten suponer que somos un montón) pedimos lo que estamos necesitando y no aceptamos comprar lo que NO necesitamos, alguien tendrá que darse cuenta que están haciendo algo mal.
Y perdón a los que no viven en esta ciudad, pues creo que me salió un post muy chilango. Pero el colofón aplica para este caso y otros más, y tiene que ver con el consumo responsable: Cada vez que compramos algo estamos pidiendo más de eso que compramos. Ergo, compremos aquello que realmente queremos seguir viendo en el mercado en el futuro.
El tema de Londres continuará dentro de poco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

AMENAS OBSERVACIONES. DE CASUALIDAD USTED NO ESTUDIO ANTROPOLOGÌA. GRACIAS POR SU RECOMENDACION ACERCA DEL PAN, LO TOMARE EN CUENTA EN MI PROXIMA VISITA A LA CIUDAD DE MEXICO.POR CIERTO MI MUJER ME COCINO LAS GALLETITAS QUE MENCIONA Y HACE DIAS PASE UN FIN DE SEMANA MUY AGRADABLE, AL NO SALIR DE CASA Y COMERLAS EN PAREJA.SON ALGO AFRODISIACAS...
GEORGE O`BRIEN

Lucía Remes dijo...

Pero también son altas en calorías, Don George. ¡No se exceda!