miércoles, 27 de agosto de 2008

Avena y cocacola


No sé cuándo empecé a cocinar, pero creo que me dí cuenta un poco tardíamente de lo mucho que me gustaba. Hoy fantaseo con la idea de que se puede convertir en una segunda profesión para mí, ¿será? Mhhh, no sé, ya lo dirá el tiempo.
Por lo pronto hoy, con ánimo divanesco, recuerdo mis primeras incursiones en esto de hacer con la comida algo más que simplemente comérsela. Una de las primeras fue seguramene la de la avena con cocacola. En casa caso no se consumía el oscuro y burbujeante líquido y creo que tampoco la avena. Fue en casa de mi abuela cuando experimenté... y me gustó. De hecho, aunque hace años que no he repetido la mezcla, puedo recordar con exactitud los sabores, la textura de la espuma que se forma (que además no es igual si uno pone primero la coca o primero la avena, si la coca está fría o no), la sensación de las hojuelas de avena en la lengua, junto con lo dulce de la cocacola.
Desde luego eran tiempos en los que no me estaba permitido experimentar con calor, por lo que mis posibilidades de creación estaban limitadas. Aún así, si mal no recuerdo disfruté por varios años del placer de beber mi extraño cocktail todos los domingos.


La avena sigue siendo parte de mi dieta: cocida con leche, canela y azucar o, como aprendí a beberla en Chiapas, en agua fría (tan refrescante y energética en los días de calor). Resulta que es una maravila para bajar el colesterol y no sé cuantas cosas más.
La cocacola en cambio, la he dejado casi por completo. La verdad es que sin el agregado de la avena o de un poco de helado de limón, nunca le encontré el encanto.

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